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Opinión Principal

Los hombres que trascienden.

Dedicado a la memoria de Gabriel García Márquez y a todos aquellos seres humanos que perduran en la memoria histórica.

Por: Mario Raúl Mijares Sánchez.

Quizás cuando Gabriel García Márquez, ciudadano del mundo escribía las líneas que a continuación leerán, tenía un sentimiento muy especial, el de saber que pronto le llegaría la hora de partir, lo cual así sucedió. Tal escrito lo leí al otro día que salió a la opinión pública, el cual me hizo no sólo reflexionar sobre la muerte, sino también, de la de vivir de acuerdo con mi libre elección, la cual muchas ocasiones nos pone ante alguna circunstancia. De ahí la importancia de lograr vivir noblemente, ante la posibilidad de elegir entre; el honor, la gloria, la riqueza o la educación.

Por desventura tal escrito lo copie de manera manuscrita, no se sí se encuentra en algún folleto o bien por internet, tampoco me acuerdo si tenía título, pero lo transcribo tal como lo copie, pero lo que sí puedo asegurar, es que al entenderlo es todo un catálogo de vida.

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera. Posiblemente no daría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le darían alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres […] He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por primera vez el dedo de su padre, lo tiene atrapado siempre.  He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.

Son tantas cosas, las que he podido a prender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta infelizmente me estaré muriendo. Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al señor para poder ser el guardián de tu alma.

Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te dría -te quiero- y no asumiría totalmente que lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida no da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por sí me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. […] Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que las necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles -lo siento- perdóname- por favor- gracias y todas las palabras que de amor conoces.

Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Finalmente demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.

Gabriel García Márquez