Por: Dr. Mario Raúl Mijares Sánchez.
Xalapa, Ver. 30/11/2022.- Sin lugar a dudas, el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador constituye una renovación de carácter humanístico en torno a la concepción de la justicia y bienestar social y el quehacer político en la región. Desde la arquitectura del saber político se puede afirmar que Andrés Manuel actualmente es el precursor del nuevo Estado de Bienestar en la dinámica geopolítica continental. Curiosamente, durante años se afirmó sin ambages que en México dicho modelo llevaba décadas de llevarse a la práctica y que su instrumentación había rendido frutos inigualables. Sin embargo, las demandas del pueblo jamás se atendieron, pues se realizaba una economía de mercado, con lo cual se dio un libertinaje económico, imponiendo los intereses oligarcas por encima de las necesidades de las mayorías.
El bienestar del cual hoy gozan las clases que históricamente se vieron desprotegidas, e incluso hasta vilipendiadas por el Estado, es resultado incuestionable de los programas sociales instaurados por la presente administración, pero también por el fracaso de la Doctrina Económica del Liberalismo y sus modalidades, la cual fue una política impuesta por las distintas oligarquías desde hace más de 200 años. No está de más subrayar que dicho modelo político-económico fue instituido primero en los Países Bajos y posteriormente en Inglaterra. En la posmodernidad, tal pauta de enajenamiento económico se denominó neoliberalismo, mismo que dañó en gran medida a la nación mexicana por más de 40 años, no sólo por la terrible corrupción política y económica, sino por la gran privatización de los bienes públicos.
La racionalidad económica neoliberal y la creciente erosión del Estado a manos de la connivencia con el poder empresarial dañaron sustancialmente al pueblo mexicano. Sin duda, fueron los gobernantes en turno quienes como bestias gobernaron con la violencia del poder, puro y duro, para instaurar desde allí una lógica de entreguismo y sojuzgamiento ideológico y lograr así una mutación en la población mexicana, convirtiéndola en homo económicus, preocupada únicamente por el consumismo irrestricto, pero olvidándose de los asuntos de la política.
Es clara la terrible despolitización que sufrió la ciudanía mexicana, la cual se dio por medio del libertinaje económico y social en todo ese periodo conocido como la oligarquización del Estado Mexicano, en donde finalmente arribó la supremacía tiránica de los ricos, para de este modo consolidar una dinámica de discordia constante.
Los oligarcas locales fueron durante años únicamente un grupo de prisión, pues la mayoría se erigió bajo el amparo del poder político, sustentándose con recursos públicos. Empero, no han dejado de asediar y codiciar los bienes propiedad de la nación. Bajo esta premisa, y aunque suene a paradoja, en los últimos cuatro años se han convertido en un movimiento subversivo (sólo falta que se conviertan en guerrilleros), secundados en gran medida por los intelectuales orgánicos y voceros de la radio y televisión, olvidándose que ellos mismos permitieron esa gran brecha de desigualdad que aún se sufre a pesar de los esfuerzos del gobierno federal.
El objetivo del presente texto radica en exponer cómo AMLO a partir de atinadas tomas de decisión amparadas en la virtud política ha podido consolidar en cuatro años -gracias al gran apoyo de las mayorías y apuntalado por una considerable clase media ilustrada- un proyecto fructífero de regeneración de la vida pública del país. En virtud de lo anterior, debido a su denuedo ha tenido la capacidad de superar el gran descalabro político y económico de ese nefasto periodo que perduró por más de cuatro décadas. De esta manera, el presidente con ese poder soberano retoma y lleva a efecto las ideas republicanas y humanísticas que nacen del proyecto constitucional de 1917.